Argentina subcampeón: la obra maestra de la injusticia

Argentina perdió la final ante Portugal, por penales, en un juego donde el equipo nacional fue infinitamente superior a su rival. Pese a esto, no pudo vulnerar al portero rival, Ângelo Girão, por escándalo, el mejor jugador del equipo europeo.

Fue un clásico partido de hockey sobre patines, donde el arquero contrario termina “sacando pecho” de tanto tapar y desviar remates. Este partido quedará en la historia, no sólo porque fue la final del mundo de Barcelona 2019, sino porque, en muy contadas oportunidades, termina cayendo un equipo que mostró gran superioridad a su oponente, que contó con innumerables situaciones para abrir el marcador y que solo un jugador, el arquero, fue el responsable de la victoria.

 

Es que Angelo Girao fue tan contundente en su actuación que desbarató una y otra vez cada intento argentino por vulnerar su arco.

 

En el primer tiempo, la selección nacional controló el juego y debió irse ganadora, al menos por dos goles. Si bien Portugal se defendió de manera acertada con cuadrado chico, Argentina insistió por afuera, lateralizando la bocha y con remates de media y larga distancia. Carlos Nicolía, Nalo García, Lucas Ordoñez repitieron el “ritual” varias veces en ese tiempo. Pero en todas las ocasiones, encontraron al Gigante Girao para evitar el gol.

 

En el complemento no cambió demasiado el desarrollo, aunque con un conjunto “lusitano” apenas más adelantado, cuando pudo retener la bocha. Pero Argentina era tan inteligente que quitaba y se tiraba al ataque de manera rápida. En este tiempo el equipo nacional pudo ingresar, muchas veces, por el medio, siempre con el mismo resultado, remate desviado o tapado por el arquero.

 

Argentina contó con tres penales en el desarrollo del partido y los tres fueron malogrados.

 

Fue tan mezquino y especulativo el planteo de Portugal, que renunció al ataque y cedió completamente la bocha. Fue renunciar a la historia del hockey de ese país y olvidarse completamente de su tradicional estilo de juego. Algún comentarista argentino hasta se animó a decir que los jugadores portugueses le estaban “faltando el respeto” a la historia del hockey lusitano.

 

Pero en fín, la crónica vuelve al principio. Por más que Argentina haya sido superior, se encontró con una muralla imposible de derribar llamada Angelo Girao. Tal vez este jugador haya sido, en su equipo, el único merecedor de levantar la Copa.

 

El tiempo pasará y las pulsaciones volverán a ser normales. En ese momento los jugadores argentinos retomarán la esperanza de conseguir el título en casa, y dejar en el olvido la gran decepción de un domingo de julio, en el verano español.

 

 

Y quedará atrás, el día en que Portugal construyó la “obra maestra de la injusticia”, concretó un resultado que pareció justo sin serlo.